Ella reunía pensamientos solares.
Deteniéndose en los subterráneos, con una flauta en el bolso y piedras de mar, una libreta llena de garabatos, la foto de su niño jugando una partida de ajedrez,
y una vieja postal de cine donde Marlon Brandon miraba desde un balcón, las calles de París,
ella amaba el tiempo alternado sin escarchas ni fuegos artificiales,
amaba los escritos musicales, las marchas de multitudes en las pistas y banderas negras, paseos en bicicleta,
todo lejos de la prisión y de las hermosas mentiras
reloj de arena en mesa de caoba y las miradas de un hombre que introducía su brazo
por el hueco del tiempo para dejarle marcas en el hombro izquierdo
como si la sangre que bombeara las venas del brazo fueran a estallar
alguien decía que todo eso era afiebrado y ella
sabía que no, que era sereno como la leve alteración de los sueños,
zumo de deseos volátiles por la línea perpendicular del amor,
cuerpo desnudo que cantas en la noche: ella te contiene y alienta
cuerpo sobre cuerpo en la sinrazón de la oración
ella asciende y cual papalote se va