Ayer llegué en la madrugada a Lima. Había dormido apenas y la húmeda ciudad fue una bendición.
Estar en la barra, mirando cómo ronronea mi gato me libra de esa cosa gris que flota en el aire cuando hay algo que está en el pecho y lo oprime por ratos, zarandeando el alma. Ah, el alma que allá en la otra ciudad que al atardecer tenía unas nubes negras en su cielo muy azul, se convertía en una difusa canción..
Clima seco, saludable y yo extrañada como un animal perdido. Necesitaba una canción como Little Wing, cantada por Jimi Hendrix y un aro como el que tiene la mujer pelirroja de la imagen que le pongo a este post.
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Oigan visitantes y habitúes de Bar Quimera, me son muy gratos sus comentarios. Así que por ello, sonrío y decoro el bar con un cuadro mental, una reminiscencia lúdica de mi infancia, la rayuela etérea que saltaba en esos tiempos.
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A veces pienso en lo inquietante que sería ver a una vacamariposa entrando al bar.
Ah, dulce vacamariposa, qué arrebatos los míos en el instante que un pierrot gira sonriente mientras en un hermoso nicho descansa una extravagante muchacha con su violín. Todo como en un cuadro de Chagall. Después de esta visión, yo me iría raudamente a la ciudad dadá, para reencontrar los juegos que en mi infancia conocí.
El dragón de los cuentos y los films asomaría para el consumo angelical que un blacksheep invitaría y el niño que una vez vino al bar agitaría su mano diciéndome chao.

Aquí, escuchar Little Wing.
Imagen, de Amelies Welt.Etiquetas: arrebatos, ciudad dadá, jimi hendrix, nicho, pierrot, vacamariposa, viaje